Personal

El olor de la campaña por la mañana

Al igual que la esencia del trabajo humano podría escenificarse en el cultivo de la tierra, la esencia del trabajo en una agencia de publicidad podría estar en la realización de una campaña creativa clásica. Entendiendo como campaña clásica la elaboración de un mensaje, condensación del mismo en un eslogan / texto publicitario y plasmar todo esto es una gráfica memorable y convincente.

Antes de moverme por el mundo publicitario, yo trabajaba la tierra. Es decir, tenía un trabajo “puro”. Trabajaba el metal. Transportábamos grandes vigas de cientos de kilogramos en pequeños camiones, tomábamos medidas, cortábamos, plegábamos, pero cuando realmente te sentías bien era cuando montabas una pieza final para uso del público masivo.

Entendedme, instalar estructuras de entreplantas, soportes para plataformas y reforzar vallados es muy importante, tanto como prototipar páginas webs, preparar ofertas y estrategias varias. Pero la satisfacción de crear un tejado sobre las gradas de un campo de fútbol bajo el que se resguardarían cientos de personas cada semana o ser el responsable de las barandillas de un teatro que luego usarían los ciudadanos era lo que realmente te hacía sentir como un auténtico metalista.

Cuando “sales a la calle” a dar vida a una campaña, con los fotógrafos, maquilladores y modelos, con toda la agitación de las localizaciones, el atrezo…el hormigueo en el estómago te dice que estás haciendo lo que realmente te gusta. Hay algo especial en encontrarte rodeado de focos y cables, con gente de aquí para allá mientras revisas los bocetos que siguieron a las ideas y ves como poco a poco se van materializando los trazos.

No es algo que se pueda hacer todos los días, pero sin duda es uno de esos momentos que dan sentido al trabajo diario.

Trabajar en la oficina, trabajar en casa

casa-oficina

Hace unos meses, por un problema de cuello-espalda, me vi obligado a cambiar mi modus operandi en el trabajo. Yo pensaba que mis dolores y pérdida de movilidad en el cuello eran producto de un movimiento forzado o algo así, como otras veces, pero el fisioterapeuta se empeñaba en que era producto de la tensión y la inmovilidad en la oficina.

La cosa no mejoraba solo con sus sesiones, así que tuve que hacerle caso esta vez.

Intenté levantarme más a menudo de mi puesto de trabajo y andar por ahí, pero no me pareció suficiente y decidí hacer un corte en la jornada y trabajar 50% oficina y 50% en casa. Esto hacía que me moviese más a mitad del día durante el viaje de vuelta a casa (tengo el privilegio de poder ir al trabajo andando) y también facilitaba que cambiase de silla / forma de sentarme. Además, en casa tengo replicado el puesto de trabajo (en la agencia nos movemos mucho en la nube) así que no notaba pérdida de productividad.

Todo mejoró bastante, ya que la clave está en que el cuerpo no permanezca mucho tiempo en la misma posición, para evitar anquilosarse. De esta manera podía estar revisando documentos en la mesa de la oficina, escribiendo en el despacho de casa, comiendo en mi propia cocina y leyendo informes tumbado en el sofá. Todo en el mismo día, con un corte por medio para andar hasta casa.

Además de una mejora física espectacular después de meses de sufrimiento, surgió un efecto colateral inesperado, como cuando Wilhelm Röntgen metió la mano de su mujer bajo los rayos catódicos.

La oficina no es siempre el lugar ideal para todo tipo de trabajos. Llamadas de teléfono, reuniones, ruidos, compañeros que hablan, llamadas a la puerta…

No es culpa de nadie en concreto, las oficinas son así.

La casa sin embargo es un remanso de paz, no solo por factores externos, sino internos. Algún tipo de chip cambia en tu cabeza y ya no sientes la necesidad de mirar los emails cada 15 minutos, ni pasar de una tarea a otra según van acudiendo a tu cabeza. Cuando estás aislado, ciertos pequeños problemas y dudas parecen resolverse solos.

Y entonces empieza la productividad con mayúsculas.

El entorno de tranquilidad y “focus” que se crea permite tener la mente más clara para, de inicio, saber priorizar mejor el trabajo que vas a hacer y completarlo más rápido. Las interrupciones rompen el ritmo de trabajo mucho más de lo que pensamos, incluso aunque sean de pocos segundos.

Por otro lado, el entorno libre de continuos estímulos propicia momentos para pensar de una manera global, a largo plazo, sobre planes futuros y direcciones a tomar dentro de la empresa, algo que es muy difícil conseguir metido en el día a día de la oficina (ojo, un lugar también necesario, por la energía y sentido de urgencia que imprime).

Se que soy un privilegiado y no todo el mundo puede permitirse un plan de trabajo diario que combine lugares físicos diferenciados y unas tareas apropiadas para cada uno de ellos. Aún así, en la medida de lo posible, si queréis tener una productividad con más sentido, intentad moveros más, cread espacios temporales de tranquilidad, debatidlo con los compañeros, “escapad” de vez en cuando y volved con más energía.

Os recomiendo esta charla de Jason Fried en TedTalks, que trata de estos mismos temas y seguro que muchos de vosotros os sentís reflejados. Van a ser 15 minutos muy bien aprovechados.